Dos hombres suizos, una visión futurista, el amor al trabajo y una tierra extraña que los recibió como propios fueron los ingredientes que se mezclaron para dar origen a Alpina, en 1945.
La historia la inició un ciudadano suizo que llegó a Ecuador tratando de escapar de los vientos de guerra que amenazaban su país.
En Ecuador se dedicó a la agricultura e invitó a su amigo de juventud para que viniera a trabajar con él, a este continente.
Juntos se dedicaron a la fabricación de quesos y mantequilla, pero debido a lo incierto del mercado y a las precarias condiciones de agua y luz, que dificultaban la elaboración de los productos, el negocio no prosperó.
Gracias a un amigo suizo conocieron Colombia y aquí se quedaron.
Nuevamente juntos viajaron en busca de zonas ricas en acopio de leche y así conocieron el Valle de Sopó. De inmediato, la similitud del lugar con el paisaje suizo los atrajo y decidieron quedarse en el pueblo para iniciar nuevamente su negocio.
En una carreta tirada por caballos recogían las cantinas de leche, unas 500 botellas, que consumían diariamente en la elaboración manual de sus quesos. La calidad de sus productos les proporcionó un mercado fijo y las ventas aumentaron rápidamente.
Un poco después se idearon un sello que llevaba manuscrito el nombre de Alpina y lo estampó en uno de los quesos, dando origen al logotipo de la compañía.
El negocio siguió creciendo aunque el trabajo era todavía artesanal y el proceso de empaque bastante rudimentario. A Bogotá llevaban los quesos en una caja con candado, sobre el techo de una chiva.
Negocio en expansión Con un préstamo bancario adquirieron un terreno de siete fanegadas donde construyeron su fábrica, que a lo largo de los años ha pasado por diferentes etapas de tecnificación. También compraron una camioneta para transportar los productos a Bogotá.
Ya en los años cincuenta, en las pailas de Alpina se procesaban hasta 3.000 litros de leche diariamente y, por lo menos, siete millones de litros se habían convertido en productos terminados de la empresa.
En su esfuerzo por mantener la calidad de los productos trajeron técnicos suizos para que compartieran sus secretos en el arte quesero, con los trabajadores colombianos.
Una casona de paja, donde hoy se encuentra el punto más visitado de Alpina, fue el primer almacén donde se vendía un surtido de quesos y bebidas lácteas muy apreciadas. En ese momento, la compañía cambió su nombre a Alpina Industria Lechera limitada.
La empresa continuó en crecimiento e inició su distribución a escala nacional, en almacenes que compraban los productos directamente.
Paulatinamente se amplió la producción de nuevos productos hasta completar el portafolio que posee hoy y le ha hecho líder en ventas en Colombia.
En 1994 Alpina inicia la comercialización de sus productos en Venezuela y meses más tarde, la compra de una planta de producción en ecuador, significó el arranque industrial de la empresa en el exterior.
Así. a lo largo de medio siglo, gracias al trabajo de sus fundadores, a la visión de los accionistas, a más de 2.900 empleados y a sus proveedores, distribuidores y clientes en Colombia y el exterior, Alpina es hoy una moderna industria de derivados lácteos y alimentos procesados.
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